Simón, el verderer

Epílogo (extracto)

No se podría hablar del epílogo de esta obra sin hablar del esfuerzo titánico que ha realizado el autor en ese rigor histórico llevado hasta la extenuación, dando continuas explicaciones para que el lector entienda y siga el hilo de casi todas las acciones tomadas por los personajes en
todo momento.
Se observa que el autor ha tenido que pasar largas horas estudiando el período medieval, la historia local y la historia de España en esos momentos, como se trasluce en el uso que hace del vocabulario en la novela (histórico, medievalista y poliorcético), que imagino incluso difícil de entender para aquellos que no hayan estudiado historia medieval o similar.

A tal efecto crea un apartado en el libro en el que explica concienzudamente aquello que es real o irreal, dónde ha aplicado el rigor histórico o dónde se contempla la ficción, imaginándose hasta el
último detalle de los personajes, su forma de pensar, de expresarse, de actuar, moviéndose sigilosamente por la novela sin salirse del citado rigor histórico nada más que en contadas ocasiones. Llegados a este punto he de aclarar que aunque el autor no es un especialista en Historia medieval, y que por lo tanto algún que otro pequeño desliz pudiera haber cometido, resulta el mismo inapreciable para alguien profano en la materia. De modo que no seré yo quien lo desvele a “vuesas mercedes”.
Y qué decir de ese estudio antropológico que se hace de los personajes, las relaciones entre ellos (señores, clero, servidumbres, lacayos, soldados) y su modo de interactuar, que recuerda la dureza y rudeza del territorio narrada y ya contemplada en algunas descripciones de autores o novelistas conocidos y no tan conocidos.
En especial, me recuerda cuando se describe la infancia de Simón y las vivencias de su familia en ese periodo, o las de la servidumbre del señor, que muchas veces no son tan maltratados por el propio señor, quien simplemente no es consciente de muchas cosas de las que ocurren en sus propiedades, sino por esos personajes intermedios que con un poco de poder se convierten en los seres más crueles e inhumanos de la novela.
Recuerda a esa Extremadura desgarrada de otros tiempos, pero que por otra parte en estos lares históricamente casi siempre ha sido así en el mundo rural, hasta no hace mucho tiempo. Así, obras de autores extremeños, aunque estén ambientadas en otras épocas y sean de otras historias, describen ese desgarro de la población rural y cómo los señores, sus lacayos y las milicias que le rodean, someten a un pueblo llano, carente casi siempre de formación y aun así, orgulloso, duro y
recio, que sobrevive a duras penas en una tierra bella pero desprovista de oportunidades, con oligarquías que controlan la tierra y sus productos y por tanto, a su población más desamparada…
Asemeja al más puro estilo de Jesús Carrasco, autor de la novela “Intemperie”, o de Miguel Delibes, autor de “Los Santos Inocentes”, que nos presentan a esos personajes sometidos y cercados en un torbellino de infortunios que acaban resignados a su suerte. Pero no os asustéis,
que todo lo descrito en este párrafo ocurre en pocas ocasiones en la novela, más que nada en la infancia y juventud del protagonista.
Aun así, es conveniente hacerse eco y reflexionar sobre ello, pues nos ayuda a conocer el carácter de los extremeños tanto en el mundo rural como en las ciudades pequeñas, un carácter fraguado en el personaje principal, Simón “El Verderer”: Afable, correcto, educado, obediente, servicial, fiel, sumiso, tímido, empático…, Pero a la vez sabio, valiente, reflexivo, duro, recio, orgulloso, soberbio, etc.

De todos los personajes de esta novela, el que más me ha impresionado, por supuesto como debía de ser, con diferencia de los otros personajes, es el protagonistade la misma. Se trata de Simón Blázquez Ambroz, “El Verderer”, que traducido literalmente del inglés significa “guardabosques”, custodio de todo aquello que existe y habita en los mismos.
Retomando la descripción del personaje, joven, recio, de buen porte, moreno de tez y con una barba espesa negra, acompañan a su carácter distintos y variados atributos: correcto, seco, orgulloso, a veces soberbio, inteligente con una gran capacidad de raciocinio, dominador del método deductivo, amante ante la extenuación de la naturaleza, y dotada su expresión de mucha lógica, pensándose muy bien aquello que relata.
Después de reunir todas las piezas del puzle, me recuerda a una persona que conozco bastante poco, pero me parece muy interesante de conocer. Podría tratarse perfectamente del propio autor, que ha impregnado rasgos no sólo de su físico, sino también de su forma de ser en el personaje, así como de su profesión, haciéndolo tal vez por ello lo suficientemente creíble, así como sospecho que el resto de personajes pudieran estar inspirados en algún que otro conocido.
Se nota la delicadeza con que ha tratado a Simón a lo largo de la novela, pues en él a veces puede leerse la conducta de un superhéroe que agoniza en sus propios pensamientos, encerrado a ese mundo exterior que tanto daño le ha hecho, pereciendo a veces con su íntimo sufrimiento, siempre con esa actitud hermética notable tanto en el semblante de su faz como en sus gestos corporales y sus posicionamientos vitales, en un intento de no ser dañado por los demás, aunque en el fondo sea una persona sensible y observadora, pero nada débil, con un carácter curtido por la amargura de la vida. Vida que hasta que no ha superado más de un cuarto de siglo, no ha empezado a
sonreírle afortunadamente y a ser algo más amable con él, lealtad que él agradece a quien le ha brindado esa oportunidad.

Estoy obligado a hablar de la relación existente entre los dos personajes principales de la obra, pues me ha tenido intrigado todo el rato y es clave en la novela. Se trata de Simón “El Verderer” y Don Frey Nuño Sánchez.

Es una relación circunstancial, pero según transcurre la trama se van acoplando cada vez mejor los dos personajes, incluso complementándose, aunque no deje de haber un líder claro y predominante, Don Simón, que oculta parte de la investigación al Freire y no será hasta el final cuando éste conozca la verdadera conclusión de las averiguaciones.
Recuerda mucho a los personajes de Sir Arthur Conan Doyle, Sherlock Holmes y su compañero de andanzas y títere Dr. Watson, donde Holmes, con su razonamiento deductivo, va descubriendo casos imposibles de resolver, mientras Watson no se entera de casi de nada. O bien, a esas novelas de Agatha Christie, donde Hércules Poirot, investigador privado belga, va resolviendo casos  siempre desde esa postura egocéntrica, excéntrica y a veces repelente.

Igualmente recuerda a otro personaje más televisivo y actual de la serie “Se ha escrito un crimen”, donde el personaje principal, Jessica Fletcher, esa tierna señora dulce, amigable, educada, siempre sonriente, está centrada constantemente en su objetivo de descubrir los casos que se va encontrando sin pretenderlo, inspirado a su vez en otro personaje de Agatha Christie, Miss Marple, autobiográfica de la escritora.

En nuestro caso, es una mezcla de todos estos personajes la que nos da a Simón “El Verderer”. Es cercano y amigable como Jessica Fletcher, pero no deja de tener esos puntos serios y de genio de Holmes, y la soberbia y el distanciamiento social de Poirot. Claro está, ese poder de razonamientos deductivos de estos tres potentes personajes, lleva a descubrir el caso de una manera soberbia, de la mano, pero en distintas divisiones, de D. Frey Nuño.

Extracto del Epílogo de Simón, el verderer

Vicente Contreras Sánchez, 
Arqueólogo Unidad de Protección de Patrimonio Cultural Consejería de Cultura, Turismo y Deportes, Dirección General de Bibliotecas, Archivos y Patrimonio Cultural de la Junta de Extremadura.

Simón, el verderer

Sinopsis

…existía un pequeño señorío sito al norte del de Alburquerque y Azagala que fue entregada a un súbdito del Rey Enrique III de Inglaterra y Señor de Irlanda, pocos años antes de la celebración el 18 de octubre de 1254 del matrimonio de Eduardo, su primogénito (quien luego sería coronado como Rey Eduardo I, denominado «El Zanquilargo»), y Leonor de Castilla, hermanastra de Alfonso X “el Sabio”, en reconocimiento al acercamiento que, tras dicho himeneo, existiría entre los dos reyes.

Más bien, aquella pequeña heredad fue cedida como regalo del rey castellano al príncipe Eduardo, tras la insistencia de uno de los protegidos del futuro rey de Inglaterra a ubicar su morada en dichos lares, por el cariño que le tenía a los mismos tras haberlos conocido tiempo atrás cuando fue invitado a varias cacerías que se celebraron por dichos pagos.
Y este favorito de “Longshanks” (como se denominaba en inglés a “El Zanquilargo”) era conocido como sire Ailbert de Berwick, un caballero inglés de madre escocesa que pertenecía a la corte de Enrique III.

Se trataba de un joven de unos veinticinco años de edad, alto y delgado, pelirrojo y de barba corta, amigo desde la infancia del príncipe Eduardo, quien, en reiteradas visitas que hizo a aquellas tierras de fuertes manchas, soberbios alcornocales y profusos encinares que constituían los montes abruptos situados al norte de la villa de Alburquerque, se enamoró de sus altozanos y bosques espesos, salvajes y fragosos.

No son infrecuentes los misterios en la España medieval, como el que rodea la desaparición del Medallón del Señor de Alburquerque o la presencia fantasmal que atemoriza a quienes viven en los alrededores de uno de los castillos que vigilan esa comarca.

Simón, verderer -es decir, guarda forestal en la tradición británica- que por una paradoja de la historia trabaja como vasallo de un señor inglés en tierras extremeñas, capaz de una intuición y sentido común extraordinarios, se enfrentará a esos misterios.

 

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